martes, 3 de febrero de 2015

Pensar desde la teoría del apego ( primera parte)


           
Tomar los aportes que nos han ido dando los investigadores de la Teoría del apego me parece en los tiempos que corren un hallazgo. El apego nos resulta como la otra cara del individualismo, del tiempo en épocas  sin tiempo, del rescate del sujeto por sobre la tecnología. Tecnología que permite una multitud de manera de comunicarnos y sin embargo cada vez estamos menos comunicados. En los vínculos hay prevalencia por lo virtual, el cuerpo se pierde, el contacto de los cuerpos se pierden, en fin, es una sociedad de consumo que nos consume. En tiempos del narcisismo, el apego tiene mucho por decir. Pero empecemos por el principio:
La teoría del apego fue creada y pensada por J Bowlby, psicoanalista, que se animo más allá de su época a poder pensar el sujeto desde otras disciplinas. J.Bowlby fue convocado después de la segunda guerra mundial por la OMS para resolver el tema de los niños abandonados, algunos sin hogares, muchos alejados de sus figuras parentales. En un terrible momento de angustia social, tuvo la sabiduría de recurrir a un gran etólogo que fue K Lorenz para que lo ayudara a pensar el comportamiento humano y sumara al saber psicoanalítico lo que sus investigaciones le habían permitido descubrir.
 Cuanto tenemos que aprender a abrir nuestra cabezas y recurrir a distintos saberes si estos nos permiten dar respuestas!.
Lorenz   desde la  etología, que significa el estudio del comportamiento animal, trabajo muy cercanamente a Bowlby, permitiéndole con sus aportes revisar la teoría de los instintos y sus investigaciones tuvieron mucha influencia en la teoría del apego.
 De esta investigaciones conjuntas en el estudio de posguerra con  niños que habían quedado sin hogar surgió  una monografía titulada “Los cuidados maternos y la salud mental”, el resultado de este trabajo implico mejoras importantes en los cuidados de los niños en hospitales e instituciones residenciales, modificando la visión de los niños institucionalizados a partir de aquí.
Podemos nombrar como un gran logro considerar la importancia que las madres acompañaran a los niños durante sus internaciones, situación que hasta este momento no ocurría. Basándose en esto, tiempo después se rescato la importancia del rooming-in ( bebes que después del parto permanecen en las habitaciones con sus padres)dándole prioridad a ese contacto afectivo que al cuidado que podían tener en la nursery
Uno de los principales aportes que acerco Lorenz al trabajo de apego fue, el concepto de impronta. Me parece importante en este punto  que definamos los conceptos que vamos usando así  podemos construir un vocabulario en común en relación con la teoría del apego.
 Lorenz estudio el comportamiento de los gansos,  observo que al  nacer seguían  a aquella figura que encontraban frente a su vista, a esa figura  la iban a imitar y seguir el resto de su vida. Consideró esto la primera impronta .Entendiendo por Impronta: el proceso biológico de aprendizaje por el cual las crías, se identifican con los adultos y aprenden  de ellos por medio de la observación y la  imitación.  Lorenz Gano el Premio Nobel de Medicina de 1973  con estas investigaciones. En estos estudios le dio particular importancia a los  elementos  que permitían  constituir: la “figura de apego”.
A partir de este punto busco las características que eran necesarias e  Identifico lo que dio en llamar patrones de acción fijos: Eran aquellas  reacciones primarias  que  los gansos  realizaban a los estímulos visuales de los progenitores y  que son necesarios para inducir  a seguirlos. Lo llamativo en su investigación fue que descubrió  que cualquier  objeto, incluso un humano, podría inducir la misma respuesta que sus progenitores gansos,  aplicando los mismos estímulos si era en los tiempos biológicos  de la constitución de la impronta
- Periodo crítico: Con este término definió un periodo sensible en el cual se efectúa la impronta. O sea esta impronta primera tiene un momento de duración, donde habría una particular sensibilidad para que ocurra y que está marcada por las características de la especie; ya veremos qué pasa cuando hablamos de la cría humana, que no escapa a este comportamiento.
Las conductas de apego una vez instaladas son instintivas y serán activadas por las condiciones que parecen poner en peligro la proximidad, esto quiere decir cualquier condición que la obstaculice o impida: la separación, la inseguridad y el miedo.
Bowlby sostiene que en los humanos pasaría  lo mismo que en cualquier otra especie animal y pone el acento en que no es la alimentación la formadora  del  vínculo madre-hijo, sino que este es previo y tiene que ver con un patrón instintivo marcado por la vulnerabilidad del ser humano cuando nace. Por lo tanto, formaría parte de una herencia arcaica cuya función es la supervivencia de la especie. Nos plantea esta pulsión de apego como primaria a la pulsión de autoconservación. 

El apego afectivo le viene muy bien a nuestro cerebro (Facundo Manes)

Nota de Facundo Manes publicada en clarin

Publicado el 30 marzo, 2014 por 


Diario Clarín.
“Me contás un cuento?”, suelen pedir los niños a sus padres o a sus hermanos mayores antes de dormir. ¿Por qué lo harán? ¿Será que buscan conocer una vez más la historia de dragones y princesas o, más bien, querrán que esa voz familiar los acompañe en ese último rato de vigilia?
Resulta difícil pensar en cualquier comportamiento que sea tan importante para nosotros como lo es el apego. La alimentación, el sueño y la locomoción son imprescindibles para la supervivencia, pero el ser humano, como ya ha planteado la filosofía, es un “animal social”.
Son nuestros lazos sociales los que nos permiten una vida plena.
El apego entre cuidador y bebé se comprende como un sistema de regulación diádica (según el diccionario, dos seres estrecha y especialmente vinculados entre sí). Las conductas de cuidado de la madre (cuidador primario) le permiten al niño desarrollar mecanismos para regular el estrés, las emociones, las situaciones novedosas y comprender los estados mentales en épocas posteriores. De esta manera las experiencias vinculares madre-hijo de los primeros años de vida son críticas en el desarrollo de circuitos cerebrales implicados en la regulación (fisiológica, afectiva, conductual) del niño. Las experiencias de apego estarían asociadas al desarrollo y conectividad del hemisferio derecho del cerebro del bebé y en particular a redes cerebrales que forman parte de lo que se ha denominado el “cerebro social”. Entre ellas, las que implican la habilidad para inferir los estados emocionales e intencionales de los otros.
Otro momento clave en el desarrollo del cerebro social es la adolescencia, una etapa crítica con cambios sustanciales en el “cerebro social”.
En este período de transición y cambios, los adolescentes con apego seguro se verán favorecidos en la reorganización cerebral al contar con figuras de apego disponibles para realizar procesos de regulación interactiva con ellas, figuras que continuarán influyendo en el desarrollo de nuevas habilidades sociales.
Nuestro equipo investigó a adolescentes con diferentes estilos de apego en los cuales se exploró el procesamiento de información emocional.
A los participantes se les presentaron estímulos (rostros y palabras) con valencia positiva o negativa, mientras se les realizaba un estudio que permitía ver la actividad eléctrica cerebral. Los resultados mostraron que los adolescentes con diferentes estilos de apego procesan, a nivel cerebral, de forma diversa la información emocional. Los adolescentes con estilo de apego inseguro mostraron un sesgo negativo para el procesamiento de información, lo que sugeriría que son más propensos para detectar estímulos negativos y así activar conductas evitativas. Esto puede comprenderse porque los mismos percibirían al entorno como más amenazante.
Otro hallazgo relevante fue que los adolescentes con apego seguro presentaron mejores habilidades en tareas que evaluaban funciones ejecutivas.
Estos resultados son acordes a lo mostrado en estudios anteriores que sostienen que el apego seguro se asocia a mayores habilidades cognitivas. Un elogio más, esta vez desde la ciencia, del arte del arrullo.